Lejos quedan los días en que la estrategia de comunicación de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ignorada por los medios, se centraba en las redes sociales y las plataformas ciudadanas. La avalancha de informaciones y opiniones sobre el drama de las hipotecas desatada en las últimas semanas (todo el mundo quiere ser ahora el más sensibilizado) ha encarnado estos días en el debate “escraches sí; escraches no” sobre la legitimidad de las protestas ante los domicilios y oficinas de algunos diputados.
Hay opiniones y argumentos para todos los gustos, y todo debate, como no, es bienvenido. Sin embargo, como profesional de la comunicación no me deja de sorprender la falta de destreza con la que los máximos dirigentes políticos, que seguro que tienen a su disposición un buen equipo de asesores, gestionan una situación tan delicada.
Tanto el presidente del Gobierno español Mariano Rajoy, que ha dicho que las acciones de presión de la PAH son “profundamente antidemocráticas”, como Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, que ha vinculadola PAH con ETA o la secretaria general del Partido Popular y presidenta de Castilla –La Mancha, Mª Dolores de Cospedal, acusando de nazis a los miembros de la Plataforma, obvian premisas básicas de la comunicación de crisis, como que cargar contra las víctimas nunca es una buena idea.