No es ningún secreto: las redes sociales han acelerado la velocidad de la difusión de la información y nos hacen correr a todos a cada día. Correr para no perdernos las últimas noticias, correr para ser los primeros en dar a conocer algo a nuestros círculos … En esta carrera para no perder el ritmo, sin embargo, no podemos dejar atrás la cordura y el rigor.
Las prisas juegan malas pasadas a los medios de comunicación continuamente. Hace unos días, El Periódico, La Vanguardia e Intereconomia publicaban este vídeo de Youtube, publicidad de un programa de la televisión brasileña, como noticia real. No hace falta decir que la posterior carrera para corregir titulares poco pudo hacer para mejorar la credibilidad de los medios.
Es especialmente grave cuando los periodistas caen en estas trampas, pero no son los únicos que lo hacen. Todos los profesionales, todos los usuarios de la red, podemos ser víctimas de la adrenalina del breaking news, de la voluntad de ser los primeros en dar una información o compartir una imagen o un vídeo. Pasa en las mejores familias: un tuit rápido sin citar la fuente de la información, un retuit poco crítico, un comentario en Facebook donde compartimos una imagen manipulada como real …
Las prisas son malas consejeras, también en la comunicación del siglo XXI. La inmediatez de la red, sin embargo, no nos debe hacer olvidar cuestiones básicas como la verificación de las informaciones y las fuentes. Dos o tres minutos suelen ser suficientes para hacer las comprobaciones básicas (más en el caso de periodistas que publican en medios de comunicación). un vistazo a los comentarios, una búsqueda en Google, una visita atenta al perfil de Twitter donde sale publicada …
Cierto, un par de minutos en Twitter nos pueden hacer perder la exclusiva. Pero también nos ahorrarán más de un tuit vergonzoso, en el mejor de los casos. En el peor, como hemos visto con el reciente caso de Lord McAlpine el Reino Unido, un mero retuit puede tener consecuencias judiciales consecuencias judiciales. Además, unos buenos hábitos de verificación nos permitirán destapar fakes publicados por otros como ciertos, que es otro tipo de exclusiva más cuidadosa de nuestra credibilidad y nuestra reputación.
A continuación os dejamos algunos consejos para asegurarnos la veracidad de los contenidos que compartimos en las redes:
- Navegamos con atención. Leer en diagonal no es malo per se, pero requiere práctica. Por ejemplo, no podemos olvidarnos de comprobar la fecha de publicación, como le pasó hace poco al diputado de UPyD Toni Cantó, que tuiteó una noticia de 2008 como si fuera actual.
- No olvidemos los principios básicos de toda la vida: citamos las fuentes (aunque ocupen caracteres!), Contactamos personalmente los protagonistas de la noticia (que cuesta preguntar con un tuit?) Y … Descuelgue el teléfono si la ocasión lo merece!
- Entrenamos el sentido común. A menudo la prueba de la falsedad del contenido la tenemos ante nuestros ojos. Una foto demasiado bonita para ser verdad? Los fakes que mejor funcionan son los que nos muestran cosas que quisiéramos que fueran ciertas. Desconfiamos.
- Visitamos el perfil de la fuente. Con una simple visita a un perfil de Twitter o Facebook, podemos hacernos una idea rápida de su fiabilidad. Si es un perfil abiertamente paródico, lo veremos en seguida. Si es un perfil de una personalidad o institución pública, podremos comprobar si es un perfil verificado.
– Preguntamos al Sr. Google. A veces, una simple búsqueda en Google (o un vistazo a los comentarios) nos permite saber de inmediato si alguien ya ha destapado la falsedad del contenido o manifestó sospechas sobre su autenticidad. Si hay algo peor que compartir un contenido falso, es hacerlo cuando ya se ha demostrado su falsedad.
En el siguiente post, explicaremos algunas herramientas sencillas para comprobar la veracidad de contenidos en diferentes formatos.