Decía el nuevo director de La Vanguardia, Màrius Carol, en un artículo de hace unos días que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) ha decidido suprimir la expresión “dinero negro” de la próxima edición de su diccionario, prevista para el 2014, que sólo incluirá la alternativa “dinero sucio”. La explicación de la decisión, decía, no es que ” haya dejado de existir, sino para eliminar una expresión considerada racista”.
Da risa, no? La explicación, claro. Quizás no haría reír tanto si la RAE fuera la institución lingüística de un país como el Reino Unido, donde se toman muy en serio las connotaciones discriminatorias del lenguaje, ya sean racistas, sexistas o de cualquier otra índole. En inglés palabras como fireman (bombero, man es hombre) o policeman (policía) han sido sustituidas en los últimos años por las alternativas neutras firefighter y police officer, por citar algunos ejemplos. Pero ¿en la España de la crisis económica y política? ¿En la España donde los ciudadanos no tienen suficientes ojos para leer los escándalos de corrupción? ¿En la España donde contar la “trampilla” hecha en la declaración de Hacienda es motivo de ovación por parte de los amigos más que de crítica?
Si la decisión de la RAE es cierta (no consta el listado de modificaciones de su web), parece buena idea. No por la supuesta, y repentina, preocupación por el racismo del lenguaje, sino porque una popularización de la expresión “dinero sucio”, por ejemplo, en la televisión y en la prensa, haría más evidentes las prácticas de fraude a la sociedad y a cada uno de los sus ciudadanos que conlleva. La decisión de la RAE equipara dos expresiones que tradicionalmente se han utilizado para denominar capitales procedentes de actividades criminales (dinero sucio) o simplemente de actividades no declaradas a Hacienda (dinero negro), y deja bien claro que ambas se vinculan a actividades delictivas en las que ningún ciudadano debería querer involucrarse.
Es cierto que la lengua refleja la realidad, que en este caso es el uso libre de connotaciones negativas de la expresión “dinero negro” en la sociedad actual. Como decía Carol en su artículo, preguntas como “con o sin IVA?” se formulan y se reciben con demasiada normalidad, al igual que afirmaciones como “esto lo cobro en negro”. Esta normalidad, sin embargo, no es tolerable para cualquiera que tenga conciencia de la magnitud del problema de la economía sumergida en España, donde el último estudio del profesor Jordi Sardà estima que representa el 24,6 % del PIB, como apunta también Carol. Un Estado incapaz de controlar el pago de impuestos es un Estado atado de pies y manos.
En un artículo publicado en el diario El País hace unos meses, el catedrático Pedro Álvarez de Miranda, director de la nueva edición del diccionario, advertía que “lo que no se puede pretender es cambiar la realidad a través del Diccionario. Si la sociedad es machista, el Diccionario la reflejará. Cuando la sociedad cambia, cambia el Diccionario”. En el caso del diccionario de la RAE , podríamos decir que no sólo no se avanza a la sociedad, sino que a menudo, como en el caso del sexismo, va unos cuantos lustros por detrás. Pero ¿quizás en el caso del “dinero negro” el catedrático sí piensa que el diccionario puede adelantarse a la sociedad y tratar de impulsar un cambio cultural necesario?
Sea como sea, si la expresión “dinero sucio” da el salto a la calle, tal vez cuando digamos “esto lo cobro en dinero sucio” nos asaltarán preguntas como “¿sucio de qué?”, “¿Sucio por qué?”. Y quizás seremos más reticentes a tener nada que ver con asuntos que el lenguaje habrá puesto en evidencia que son sucios e indeseables.