El terrible atentado del 7 de enero contra la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo en París, en el que han muerto ya 12 dibujantes, no es sólo un ataque a la publicación ni a las personas que la hacían posible. El semanario ha sido desde hace años la cabeza de turco ante el islamismo político radical, que tolera mal el estilo irreverente de la prensa europea.
Los límites de la libertad de expresión es una cuestión delicada sobre la que no hay que dejar de reflexionar y debatir. Pero en todo caso, irreverente o no, políticamente correcto o incorrecto, de buen o de mal gusto, el humor es una forma de expresión imprescindible en democracia y en cualquier convivencia sana, nunca a gusto de todos y a menudo motivo de ira para algunos. Por eso hay que hacer todo lo posible para protegerlo.